Monday, August 1, 2016

Lecciones de Medellín: Cómo la capital mundial del asesinato se convirtió en un “modelo” de innovación urbana


El otoño pasado, días antes de que mi marido y yo saliéramos de Milwaukee a Medellín, Colombia por tres meses, miramos la serie de Netflix, “Narcos.”

Roberto y yo nos miramos preguntándonos, “¿Estamos locos?”

Unas semanas más tarde, viajamos a la Comuna 13, una vez considerado el peor y más peligroso barrio de Medellín. Usamos el sistema de bici-reparto de Medellín (que es gratis) para llegar al metro. Pagamos 70 centavos para tomar el metro hasta la Comuna 13, luego otros 40 centavos para tomar un autobús a un sistema de escaleras eléctricas, gratis,  que va en zigzag a las colinas escarpadas  del barrio, subiendo el equivalente de un edificio de 25 pisos. Un poco  después, nos montamos en un sistema de góndolas por 1.7. millas, un sistema que ha acortado el tiempo de viaje de más de un hora hasta menos de 10 minutos. Las góndolas, una parte integral del transito público de Medellín, pueden transportar más de 3,000 personas por hora.


Las góndolas de Medellín.



Medellín fue la primera ciudad en el mundo en usar góndolas para el transporte público, y también la primera en usar escaleras mecánicas en un barrio residencial.

Roberto y yo pensamos en Wisconsin, donde una de las primeras acciones del Gobernador Scott Walker fue rechazar el subsidio del gobierno federal de $810 millones de dólares para el tren de alta velocidad.  Es imposible no preguntarse por qué Medellín, una cuidad en un país supuestamente “en desarrollo,” está más adelantada que los centros urbanos en los Estados Unidos económicamente poderosos — y años luz más adelantada que Milwaukee.


Un enfoque en los barrios pobres
Es una tarde hermosa del sábado — cada día parece primavera en Medellín, donde las temperaturas del día se mantienen cerca de 23º C todo el año. Carolina Andrea Ramírez, una madre soltera de 34 años afro-indígena de gran energía, nos lleva en un viaje por la Comuna 8, en las colinas del este de la ciudad.

Medellín, cuyos 2.4 millones de habitantes la hacen la segunda ciudad más grande de Colombia, tiene 16 comunas — o barrios de la ciudad. La Comuna 8, con una población de aproximadamente 135,000 habitantes, es uno de los sectores más pobres.

Ramírez nació en la Comuna 8 y vivía en las calles desde los 14 hasta los 28 años de edad. Hace aproximadamente un año formó una organización de la comunidad, Corazón de León, que se concentra en “ofrecer a los jóvenes otra opción que las drogas,” en particular el arte y la música.

Nos encontramos con Ramírez debajo de la construcción del nuevo sistema de góndolas. Caminamos hacía arriba, las calles se convirtieron en escaleras, que se convirtieron en caminos de tierra. Después de poco tiempo, entramos en una área de un ,cinturón verde con “eco-parques,” juegos infantiles, parcelas de jardín orgánico, y un camino que parecía de adoquines, a la cima de un colina conocida como Pan de Azúcar (Sugar Bread), que tiene una de las mejores vistas de Medellín.

Los proyectos son parte del Jardín Circunvalar, traducido más o menos como
“The Circular Garden,” que, a su lado, es parte de un cinturón verde que se está construyendo en las colinas de Medellín. A medida que caminamos, traté de pensar en un proyecto similar, multifacético, en un barrio pobre de Milwaukee, especialmente un proyecto controlado y financiado con fondos públicos, no pude.

Los proyectos de la Comuna 8 reflejan lo que se llama “urbanismo social” en Medellín, que se refiere a proyectos públicos completos, holísticos que unen el transporte público al espacio verde, a bibliotecas, proyectos culturales, parques, instalaciones deportivas, escuelas y guarderías.

Estos esfuerzos han atraído reconocimiento internacional, incluyendo un 2013 “Premio Verde” de la escuela de posgrado de diseño de la Universidad de Harvard, en el 2013 y un  premio “Ciudad Innovadora del Año” de The Wall Street Journal y Citi en 2012. Pero, lo que hace que Medellín destaque es que sus proyectos más ambiciosos han estado situados en barrios pobres.

Las páginas de la red del gobierno invariablemente explican los proyectos de la ciudad en términos elogiosos. Yo tenía interés en la perspectiva de Ramírez, una activista del barrio.

“Todo en Medellín es muy complicado,” ella comienza. Haciéndose eco de una creencia generalizada en un país infame debido a la corrupción política, ella cree que todos los políticos “son ratas.” La diferencia, explica, “es que en Medellín las ratas también hacen cosas buenas.”

Al pedirle datos concretos, menciona mejoras en educación, guarderías para las madres que trabajan, parques públicos, o en la góndola que se está construyendo. Pero no es sólo eso, añade. Su experiencia al vivir en las calles le enseñó la importancia de creer en un futuro mejor. “Ahora,” dice,” hay más esperanza.”


“Soy una Fajardista”
Cuando Pablo Escobar fue muerto en 1993, Medellín era un caos. Además de la violencia, la ciudad estaba fuertemente segregada. Barrios enteros fueron considerados “zonas de no-entrar,” peligroso para residentes y visitantes igualmente. Había un consenso creciente de que Medellín, un eje industrial y económico de todo el país, tenía que cambiar.

El empuje para una Medellín nueva recibió un impulso importante con la apertura del metro en 1995. Pero la elección del reformador Sergio Fajarado como alcalde en 2003 fue un momento decisivo, y Fajardo se ha convertido en un símbolo icónico de la transformación de Medellín. Incluso hoy, los candidatos políticos buscan votos proclamando, “Soy un Fajardista.”

Un profesor y periodista carismático convertido en político, Fajarado fue elegido como parte de un movimiento cívico independiente de los partidos principales. Su estatus es en parte debido al ritmo de cambio que hubo durante su mandato de alcalde de 2004 a 2007, antes de que él llegara a ser gobernador del estado de Antioquia por dos términos.

Lo más importante es que Fajardo y su movimiento cívico interrumpieron la manera normal de hacer negocios en Medellín. No tenían interés en mostrar arquitectura o proyectos ostentosos, diseñados para dar a Medellín una nueva imagen internacional. Vieron la arquitectura, el diseño y la innovación como herramientas de transformación social.

Después de tomar posesión del cargo, Fajardo destacó tres problemas principales: la desigualdad, la violencia, y una cultura de corrupción. Prometió un compromiso con la educación, la transparencia y la lucha contra la corrupción, así como la importancia de espacios públicos y participación cívica.

“Nuestros edificios más bellos deben estar en nuestros barrios más pobres,” dijo Fajardo.

El barrio cerca de las escaleras mecánicas 

De manera interesante, Fajardo pasó sus años formativos en Madison, graduándose de la Universidad de Wisconsin—Madison con un doctorado en matemáticas en 1984.  Esta fue una era cuando “La Idea de Wisconsin” — “que la educación debe influir en la vida de la gente más allá de los límites del aula” — todavía era honrada y protegida,  y la reputación global de la universidad permaneció intacta.

Algunos de los muchos proyectos iniciados durante la administración de Fajardo incluyen la reconstrucción de los Jardines Botánicos de Medellín (que son gratis); la construcción y renovación de escuelas públicas; la expansión de los parques públicos y plazas; la ampliación del sistema de góndolas, y el desarrollo de parques bibliotecas, que son una combinación de bibliotecas con espacio verde, un concepto que desde entonces se ha extendido a otros países de América Latina. Muchos de los proyectos fueron desarrollados con la participación de consejos comunitarios financiados con fondos públicos.


De balas a libros
En el barrio San Javier en Medellín, arriba de la estación del metro en la Comuna 13, hay un parque biblioteca,“Parque Biblioteca Presbítero José Louis Arroyave,” nombrado por un sacerdote asesinado a tiros por fuerzas paramilitares in 2002. Los murales dan paso a un sendero serpenteante y espacio verde, que, a su vez, dan paso a un jardín orgánico, esculturas y, en la cima, la biblioteca.

Pero la Comuna 13 tiene una historia más oscura. En un país donde la violencia militar/paramilitar/rebelde/bandas/droga es común, el barrio es el sitio de una de las invasiones militares más infames de una zona urbana en Colombia— Operación Orión, en 2002.

Durante ese otoño, el presidente conservador de Colombia ordenó una ofensiva militar para expulsar a los rebeldes izquierdistas. Miles de soldados y policías atacaron, apoyados por helicópteros armados y fuerzas paramilitares. Aproximadamente 100,000 residentes del barrio quedaron atrapados en el fuego cruzado.

Nadie sabe exactamente cuántas personas murieron, pero las cifras se extienden a más de 70 personas. También, los paramilitares “desaparecieron” a personas sospechosas de simpatías izquierdistas. Las estimaciones de los “desaparecidos” civiles alcanzan hasta 300 personas.

Hoy, la Comuna 13 es hogar no solamente para el parque biblioteca, pero también el metro, las góndolas, las escalaras y los servicios, sociales, educativos y culturales ampliados. Los murales a nivel de la calle, en la base del parque biblioteca hablan de la historia del barrio. El arte es impresionante y los mensajes son claros “Intervención militar, nunca más,” dice un mural. “Somos Comuna 13, donde la memoria y vida son presente,” dice otro.


La Comuna 13 es sólo un ejemplo de cómo la Medellín de 2015 es significativamente diferente de la Medellín de 1995. Los inversores extranjeros han tomado nota. Añadiendo a la historia de Medellín como centro industrial, el sector tecnológico de la ciudad ahora es el tercero más grande de América Latina.

Algunos críticos han rechazado los cambios de Medellín como adornos que dejan intactas las estructuras básicas. Sin embargo, no se puede negar el progreso y la interrupción de negocios como era costumbre. Y en una época cuando, en todo el mundo, las iniciativas del gobierno están dominadas por la privatización y fondos públicos para proyectos privados, Medellín es un anomalía.

A medida que Roberto y yo leíamos noticias de Madison durante el otoño, estábamos desanimados por los ataques continuos contra los tradiciones de un gobierno transparente, un sector público fuerte y un sistema vibrante de la universidad en Wisconsin.

Como a veces bromeábamos, “La Idea de Wisconsin, estilo Latinoamericano, está viva y bien en Medellín.”
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Bárbara Miner es una escritora y fotógrafo en Milwaukee, WI, EEUU. Esta opinión ha sido adaptada de un artículo en la edición de diciembre-enero de la revista The Progressive.

Gracias a Floralba por su ayuda con la traducción.




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